lunes, 18 de abril de 2011

EL SUICIDIO DEMOGRÁFICO



El desarrollo histórico al que dio lugar en su momento la industrialización hizo posible el salto del capitalismo a un nuevo estadio en su evolución, el cual se caracterizaría por haber transformado significativamente su organización interna. Esto afectó de forma decisiva al conjunto de la estructura social y de la organización social del trabajo en los medios de producción, ya que los avances científicos y técnicos aplicados al proceso económico incrementaron considerablemente los niveles de producción.

Sin embargo, una vez alcanzada la era financiera como máxima culminación histórica del capitalismo, las sociedades post-industriales sufrieron una importante reorganización económica que se reflejaría en el desarrollo de nuevas tecnologías, las cuales dieron paso a una forma de producción intensiva, siendo a partir de entonces la eficiencia el nuevo criterio que conduciría toda actividad económica. La ausencia de recursos ilimitados ha hecho necesaria la implantación de una nueva mentalidad económica, y la eficiencia ha contribuido a ello dentro de la fase comercial del capitalismo, pues su razón de ser reside en la lógica de utilizar la menor cantidad de recursos posibles para desarrollar cualquier actividad económica: producir un bien de consumo, prestar un determinado servicio, etc.

La fase comercial ha dado lugar al crecimiento del sector terciario vinculado a los servicios en detrimento del sector secundario, ligado a la industria. Esto se ha debido en gran parte, y como antes se ha dicho, a los progresos tecnológicos aplicados a la producción. Así, el comercio ha conferido al mercado una mayor preponderancia de la que antes tenía, pues ha supuesto su completo y pleno desarrollo en todos los ámbitos, contribuyendo así a establecer la clara diferencia entre aquello que es rentable de lo que no lo es.

La progresiva complejidad del aparato técnico-organizativo ha hecho necesaria la aparición y desarrollo del sector terciario, sobre todo en aquello que ataña a la gestión de los procesos comerciales y técnicos, lo cual tiene como cometido un mayor perfeccionamiento del grado de organización dentro de los agentes económicos y de las relaciones entre estos. Se persigue de esta manera un incremento del potencial económico de los agentes, lo cual les provee de mayores posibilidades y de una mejor posición a la hora de competir para conseguir nichos en el mercado global.

Unido a este proceso de transformación del trabajo, pasando del viejo trabajo manual caracterizado por su segmentación y un alto grado de especialización para pasar a un trabajo orientado hacia la organización, más cualificado, en el que se tiende a primar la polivalencia, se produce, simultáneamente, una tendencia general que es común a todas las sociedades post-industriales y que se refleja en el escaso o nulo crecimiento demográfico de las mismas.
Diferentes factores contribuyen a que el sentido de la evolución demográfica de las sociedades del centro sea justamente el opuesto al de las sociedades de la periferia. Esto se debe, en gran medida, a que el igualitarismo promovido por el liberalismo tiene como principal meta la consecución del máximo de utilidad para el conjunto de la sociedad, llevando, así, a todos sus integrantes a unas mismas condiciones de vida. Es el concepto de igualdad burguesa puesto en práctica a través del sistema económico, y más concretamente por medio del mercado, lo que implica necesariamente para su realización el desarrollo y aplicación de las teorías del darwinismo social y del maltusianismo.

La consecución del bienestar material de la población vendría a ser el resultado de la lógica del progreso ilimitado, el cual, por medio de los avances científico-técnicos, hace posible un incremento del nivel de vida de los individuos de una sociedad, equiparándolos a todos ellos a unas mismas condiciones materiales. El logro de este objetivo imprime sobre las estructuras del sistema la lógica inherente a la teoría maltusiana, aquella que establece que el aumento de la población responde a una progresión geométrica, mientras que el incremento de los medios de subsistencia lo hace en progresión aritmética. Este planteamiento conduce, irremisiblemente, a hacer necesario y justificable el establecimiento de procedimientos que contribuyan a reducir y limitar la población, de forma que la reducción de la población conlleve a un incremento de recursos por persona.

Este control de la natalidad se lleva a cabo a través de una selección, siguiendo así el criterio del darwinismo social en función del cual únicamente los más aptos sobreviven y alcanzan el éxito en un medio hostil. La forma para alcanzar ese éxito y demostrar tener aptitud es el mercado, en el cual compiten los individuos entre sí al margen de regulaciones externas. El mercado genera la selección natural entre los individuos partiendo, todos ellos, de una teórica igualdad de condiciones inicial. Por tanto, la correspondiente selección efectuada por el mercado se manifestaría en aquellos individuos que, habiéndose mostrado más aptos, hubieran alcanzado el éxito económico en los negocios obteniendo para sí una posición entre las elites sociales.

Esta teoría viene a justificar las injusticias sociales derivadas de la explotación económica del capitalismo, y enlaza perfectamente con la ética protestante de la predestinación aplicada al campo económico, la misma que ha constituido el fundamento ético y moral de los EE.UU., de forma que quienes alcanzan el éxito en este mundo con el triunfo económico están, por así decirlo, manifestando también su predestinación para el éxito en la vida venidera con su entrada en el paraíso. Esta particular mentalidad tan propia del capitalismo quedó bien definida por Max Weber en su obra La ética protestante y el espíritu del capitalismo.
Mientras tanto, aquellos que quedan relegados a una condición de vida económica, social y material de explotación, en clara posición subordinada con respecto a las elites socioeconómicas, reflejarían, por el contrario, la ausencia de cualificación y de capacidades necesarias para desempeñar cualquier otra función, por lo que tendrían lo que realmente merecen. En este sentido, los denominados parias de la sociedad encarnados por los desempleados, trabajadores no cualificados y aquellos que desempeñan las labores menos remuneradas y que socialmente están peor vistas, formarían parte del grupo de los inútiles, débiles e incapaces por cuanto han demostrado ser elementos espurios de la sociedad. Estos se verían abocados a desarrollar una función social subordinada y a aceptar su condición social con resignación como aquello que, en justicia, merecen.
Sin embargo, lo cierto y real es que dicha competencia que se desarrolla en el mercado no parte, en ninguno de los casos, de una clara igualdad de condiciones iniciales, lo que de entrada invalida por completo el cuadro teórico sobre el que se fundamenta la estructura e ideología liberal. Por ello, el darwinismo social viene a justificar la opresión y la explotación económica junto a las desigualdades sociales, pues quienes detentan el poder económico están predestinados para desempeñar ese papel y, con ello, a pisotear y explotar a quienes tienen por debajo que, a su vez, también se encuentran predestinados a dentar el status de explotados al no reunir las cualidades y capacidades suficientes para formar parte de la elite.

Esta competición económica que se da en las sociedades del centro, es decir, en las sociedades post-industriales del capitalismo avanzado, se expresa de forma particular en la imposibilidad material por parte de la población de crecer numéricamente debido a que las condiciones económicas lo impiden. La inestabilidad del empleo unido a la flexibilización del trabajo con el abaratamiento de los despidos, la falta de remuneración laboral, las malas condiciones en las que desarrollan su actividad muchos trabajadores, la existencia del trabajo basura de las ETT’s, la creciente precariedad del empleo juvenil, los bajos salarios, el incremento progresivo de la inflación o la imposibilidad de acceder a la vivienda, representan los principales escollos para la formación de nuevas familias. Esto imposibilita totalmente la existencia de un crecimiento demográfico sostenido en el tiempo.

Las desigualdades sociales se agravan, incrementándose así la brecha que separa a las grandes oligarquías económicas del conjunto de la población. La promoción social se convierte, también, en algo imposible y casi siempre excepcional. Esto sumerge a las actuales sociedades occidentales en un proceso de paulatino envejecimiento, tendiéndose a igualar, e incluso a superar, el número de defunciones al número de nacimientos. Así, las clases adineradas se hacen más ricas, mientras que las clases subordinadas, que conforman el grueso de la población, se ven abocadas a la extinción física al imposibilitar la formación de nuevas familias y, con ello, nuevos nacimientos.

A diferencia del espectacular crecimiento demográfico que tienen las sociedades de la periferia, las sociedades occidentales mantienen un crecimiento vegetativo e incluso negativo. Esta circunstancia creada premeditadamente con el objetivo de consolidar una elite económica y, al mismo tiempo, incorporar a la misma elementos que han logrado promocionarse socialmente demostrando su “valía”, constituye finalmente la materialización del sueño progresista del igualitarismo burgués, el cual no deja de tener su correspondiente contraparte, que consiste en importar mano de obra esclava del exterior que sustituya a la población autóctona para, así, mantener las vigentes desigualdades sociales y perpetuar el funcionamiento de las estructuras económicas capitalistas.

La extinción de la población en las sociedades occidentales, todo ello provocado tanto por los condicionantes antes señalados que manifiestan la violencia estructural del sistema, unido, también, a la confluencia de diferentes factores como la decadencia cultural y espiritual expresada en la abdicación de la voluntad de supervivencia colectiva, hace necesario que el vacío dejado por estas sociedades sea ocupado por una nueva masa de esclavos sobre los que la oligarquía económica continuará ejerciendo su labor parasitaria, aquella por la que se ocupa de succionar las fuerzas vitales de un pueblo para emplearlas en su propio provecho económico.

Finalmente, se puede concluir que el darwinismo social opera como instrumento al servicio de la clase económica dominante con el objetivo de mantener las actuales estructuras de explotación. La lógica maltusiana que conduce todo el proceso histórico del capitalismo, y que se basa en la limitación del crecimiento poblacional, responde claramente al interés del grupo social dominante por perpetuarse y asegurar su hegemonía sobre el resto de la población. El igualitarismo aquí no deja de ser una herramienta con la que garantizar la supervivencia del grupo y mantener su homogeneidad, al mismo tiempo que incorpora al mismo nuevos elementos para su renovación.

jueves, 7 de abril de 2011

EL RETORNO A LO NACIONAL





Nunca antes se había dado lugar un panorama como el que asola Europa en la actualidad.  Como nave a la deriva, navega hacia el nihilismo siendo arrastrada por las cadenas del libre mercado usurero, la ausencia de moral y valores, la prostitución cultural de los pueblos, ante lo que llaman modernidad y cosmopolitismo y sólo es ponzoña destinada a allanar el camino de lo que está llegando y que por desgracia veremos pronto.

Es ahora más que nunca cuando los pueblos de Europa han de defenderse de una amenaza externa. Esta nueva amenaza, que es mucho peor de lo que fueron las invasiones islámicas o las guerras mundiales, está demostrando que los supuestos “representantes” políticos a los que votamos, sólo son marionetas de las fluctuaciones e intereses de los grandes mercados, dominados por el perverso ente del Gran Capital.

 Por este motivo se está viendo en países europeos, con suficiente madurez política y democrática como Suecia, Austria, Francia, Italia, un retorno hacia lo nacional, ante partidos que han sido pintados durante décadas como el “diablo”, pero que como siempre, la justicia de la historia está dando la razón y no sólo los está exonerando de culpas y pecados infundidos, sino que los ciudadanos están viendo una alternativa real, a la perversión de la partitocracia del sistema que sólo está demostrando servir a los mismos intereses mundialistas y de explotación, sean del color que sean, y sean cual sean sus siglas.

España, como siempre ante estos hechos, vuelve a mostrar al mundo su eterno retraso histórico, teniendo la casta política que nos merecemos por nuestra ignorancia, individualismo y pasividad, que ayudados por una oligarquía política, que para nada es democrática ni legal, hacen imposible que una Fuerza Nacional, haga resurgir a una España en coma.

 Para levantar a España de la crisis tanto institucional, económica y de valores, sólo es fecundo el Retorno a lo Nacional,  porque crea conceptos audaces, que se enfrentan a la realidad y no se limita a dar un rodeo para evitarla. Este pensamiento  rompe con el orden ideológico imperante, y también con el paradigma cultural vigente.

España está necesitada a día de hoy de un Retorno Nacional, porque su independencia como pueblo, está más amenazada que nunca y necesitamos un nuevo resurgir que rompa esquemas preconcebidos, prejuicios establecidos, pero también con estereotipos, convencionalismos y toda clase de infantilismos; sólo mediante un pensamiento así es posible ir a la raíz de las cosas, cuestionar la esencia y el fundamento de esta nueva  “incivilización” creada por intereses y logias ocultas, que han de ser apartadas. Un pensamiento que rompa con los dogmas y los axiomas de esta agonizante modernidad únicamente puede ser un Retorno a lo  Nacional, que evoque lo mejor de nuestro pasado para hacer posibles proyectos imaginativos de ruptura con lo vigente. De ahí la extrema necesidad de desarrollar nuevos conceptos-idea, nuevos términos, para así despertar violentamente las conciencias de las personas, conciencias que hoy están adormecidas por drogas milagrosas para dar “felicidad”,  y que únicamente evaden de la realidad.

El Retorno a lo Nacional debe escapar de los dogmatismos, del monoteísmo totalizador tan propio de la modernidad, que únicamente aprisiona y encierra a la persona y a los pueblos, por ello es preciso abrir la puerta y dejar paso al mundo de posibilidades que se nos despliega ante la mirada, que la voluntad fluya libre y desarrolle su potencialidad creativa.

Debe permanecer esa tensión creativa en búsqueda de nuevos vientos, aceptando que no siempre las ideas conducen a hechos deseados, y que por tanto su carácter es meramente aproximativo.

El siglo XXI, según el paganismo greco-latino estará emplazado bajo el doble signo de Marte, el Dios de la Guerra, y de Hefaistos, el Dios forjador de espadas, maestro y patrón de las técnicas, de los fuegos telúricos.


España, Europa y todo el Mundo se juega algo más que su identidad, se juega su propio destino y debe saber jugar bien sus cartas, pero está por llegar el momento cumbre de la nueva tragedia europea, y acaso también la más grande que nunca haya habido, esto es, la aparición en escena del héroe, un héroe, que como tal, no será la representación de una persona concreta, sino que será símbolo de aquellos que se lancen con audacia a resolver la situación, contra viento y marea, luchando contra las adversidades y tratando de vencer resistencias, en suma, para salvar a Europa de la catástrofe.


Es la hora de la Patria, de una ruptura que no sólo es con lo establecido, sino también con el pasado, con las ideas trasnochadas de esta modernidad atrofiada que se encuentra en su lecho de muerte.


Será el inicio de la auténtica postmodernidad, alejada de las parafernalias febriles de los ideólogos de la falsa igualdad, el mito de progreso y los apóstoles de la teología de los derechos humanos.


El Retorno a lo Nacional no se ofrece para la simple amenidad o la diversión, ni para los aficionados a los salones, donde el pensamiento se transforma en acertijos para los ociosos que se encuentran parados en la acera de la vida; debe explicar la vida y emanar de su propia vitalidad, del corazón de la misma realidad pujante, en permanente lucha en busca de un mañana mejor y más hermoso. El pensamiento que perdura vida y emana de su corazón. Hay que afirmar bajo la bandera de la Causa Nacional, que tradición y futurismo, han de estar unidos en una síntesis superadora de sus posibles contradicciones.

Recuperar la esencia de nuestra identidad que se encuentra en los orígenes, para luego proyectarnos hacia el porvenir, hacia ese mañana por el que merece la pena luchar hasta el final. Al mismo tiempo, con audacia y pragmatismo, con intuición prospectiva, el pueblo europeo está llamado a superarse, a conquistar nuevas metas y desplegar el espíritu fáustico que lo impulsa hacia lo infinito. Es hora de destrozar todos los dogmas, todo cuanto aprisiona y esclaviza al hombre y no permite que este desarrolle su voluntad libre y creadora, toca cuestionar y hacer tambalear todo aquello que los demás dan por sentado. Nuestro lugar se encuentra donde se halle la acción, en permanente contacto con la realidad y la vida, pugnando por transformar el presente, para sobre éste construir un mañana mejor.

No es momento para titubeos ni para vacilaciones, el pueblo español ha de despertar como lo está haciendo el resto de pueblos de Europa, o condenarse a desaparecer entre las fauces de la bestia. Ahora es el momento de portar la antorcha de la llama europea que alumbrará al mundo venidero y las banderas de Patria y Justicia han de ondear al fin bajo el cielo ibérico. Es en definitiva el momento de la juventud, la juventud intelectual, la juventud obrera, la juventud heroica.